Paula siente la obligación de sacar a pasear a su perra. No solo sabe que es la única manera de no tener que limpiar sus alivios del ya maltratado suelo de su casa, sino que tiene claro que el aislamiento perjudica su calidad de vida y empeora su comportamiento. Pero no se ve capaz de superar otra desagradable experiencia en el parque.
Molie tiene una forma de ser un tanto peculiar y, cuando llega la hora del paseo, este se torna en una pesadilla. Su nivel de actividad se multiplica y empiezan los fuertes tirones y los ladridos inconsolables a cualquier cosa animada o inanimada que ve. La atención se dispersa y es imposible que responda a los intentos de apaciguamiento. El miedo crece. Todo representa un estímulo que secuestra su atención y el estrés convierte cada input en un peligro potencial.
No son pocos los que le dicen a Paula que su perra tiene un problema de carácter, pero lo que tiene es un trastorno de conducta de origen genético, ambiental y neurobiológico que puede tratarse y controlarse de forma efectiva, tal y como ha concluido un equipo de etólogos españoles en un reciente estudio publicado.
Recomendaciones para pasear a tu perro
- El número de salidas diarias no debe ser menor de 3, y todas deben ser constantes en hora y en duración.
- La duración del paseo debe ser de entre 30 min. y 1 hora, según su nivel de actividad, para que llegue a sentirse a gusto y relajado en la calle, y tenga tiempo de oler lo que quiera y de relacionarse con más perros.
- Adapta el ritmo del paseo a la edad y condición física del perro, pero no reduzcas la duración.
- Realiza una rutina de preparación antes de salir, con ejercicios de relajación y refuerzo positivos con premios, para que no tire de la correa y no se estrese con otros perros, con personas, con los sonidos del tráfico o con caminos desconocidos para él.
- Nunca le grites ni tires fuertemente de la correa, e intenta realizar paseos en zonas con el menor número de agresiones ambientales posible. Busca sitios naturales alejados de carreteras, que sean poco transitados, con poco ruido, donde puedas soltarlo al menos 10 minutos sin peligro y donde puedas jugar con él.
- Haz rutas nuevas y variadas para que tenga nuevos y diferentes estímulos con frecuencia. Disfrutará más, lidiará mejor con el estrés, mejorará su comportamiento con otros perros y atenderá mejor a las indicaciones que le des.
- Lleva premios en forma de galletas o de comida que le guste para reforzar su buen comportamiento. Prémialo cuando haga sus necesidades en el sitio adecuado y cuando haga caso a tus órdenes, pero nunca lo hagas cuando esté excitado.
- No dejes que se relacione con perros agresivos o hiperactivos que desestabilicen su conducta.
- Lleva algo para jugar que sirva como entrenamiento y como diversión. Dedica parte del juego a recordar cosas que ya haya aprendido y el resto a practicar nuevas órdenes.
- Carga con agua suficiente para mantenerlo hidratado durante el paseo.
- Utiliza arnés en lugar de collar, ya que el primero no solo es más seguro para contenerlo y no dañará tu tráquea, sino que creará un leve presión sobre el torso que ayudará a reducir el estrés.
- La correa no debe ser ni muy larga ni muy corta. Debe quedar holgada para que pueda moverse sin limitaciones, pero lo suficientemente corta para bloquear rápidamente el movimiento ante una situación de peligro.
- Para reducir su nivel de excitación durante el trayecto y asegurarte de que disfrute del paseo, intenta que camine siempre a tu lado. Corrige su movimiento suevamente con la correa si intenta ir en una dirección diferente o si intenta alejarse demasiado, y prémialo tras la corrección.
- Recuerda que el protagonista del paseo es el perro. Concéntrate en su comportamiento para corregirlo o premiarlo en cada caso, camina a un ritmo que le permita disfrutar del trayecto y párate cada vez que quiera oler algo o interactuar con el entorno.
New Advances in Attention-Deficit/Hyperactivity Disorder-like Dogs (Nuevos Avances en Perros con Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad) es el nombre del estudio publicado por Ángela González Martínez y sus colegas de la Facultad de Veterinaria de la universidad de Santiago de Compostela y del Hospital Veterinario Universitario Rof Codina de Lugo, en el que es responsable del Servicio de Etología Clínica.
El estudio veterinario aporta nuevos descubrimientos sobre el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) en perros, y arroja luz sobre los síntomas, las causas, los factores de riesgo, los tratamientos y la prevención de esta alteración que dificulta la convivencia entre canes y dueños, y cuya incomprensión y falta de herramientas supone uno de los motivos comunes de abandono.
Los síntomas del llamado TDAH-like, nombre que utilizan para referirse al TDAH canino, son impulsividad, hiperactividad, problemas de atención y, en muchos casos, agresividad.
Las primera señales, correspondientes a los síntomas de impulsividad e hiperactividad, se reconocen por la dificultad del animal para quedarse quieto o para esperar, por su movimiento constante, por una vocalización excesiva, por la búsqueda continua de atención, por sus ganas incansables de jugar, por su reacción exagerada a los estímulos, por su obsesión por la destrucción de objetos del hogar, o por un sueño ligero y escaso.
El déficit de atención se podría deducir a partir de su facilidad para distraerse, de la dificultad de concentración en tareas simples, de la rápida pérdida de interés por estímulos externos que poco antes eran enormemente llamativos, y por la falta de atención cuando se les habla directamente.
Diagnosticar un trastorno como el TDAH no es sencillo, ya que no basta con la observación del comportamiento del animal. Los síntomas deben contrastarse con la historia clínica completa, con cuestionarios como la Escala de Evaluación de Impulsividad en Perros (DIAS) y la Escala de Calificación del TDAH en Perros (Dog ARS), y con pruebas que descarten otras posibles causas.
Según el estudio, existen factores de riesgo que podrían derivar en conductas asociadas al TDAH. La herencia genética, por ejemplo, justifica que razas como los terriers o los perros de trabajo, con altos niveles de energía y excitabilidad, sean más propensos que otros a recibir un diagnóstico de TDAH.
Por otro lado, factores ambientales como la falta de cuidados, largos periodos de separación y aislamiento, la carencia de juego con otros animales, los castigos y otros experiencias traumáticas pueden potenciar la aparición del trastorno, sobre todo, si se trata de perros jóvenes y machos, estadísticamente más vulnerables de sufrirlo.
Una vez identificado el problema y evaluado debidamente, la solución, siempre que exista una constancia por parte de los dueños, no es compleja. Es posible modelar el comportamiento evitando sobreestímulos innecesarios, interactuando con el perro solo cuando esté calmado, ignorando la demanda exagerada de atención, instaurando rutinas de ejercicio y cambiando el castigo por refuerzo positivo.
En casos graves, se puede recurrir a antidepresivos orales, como la fluoxetina, que estimulan en el cerebro la producción de serotonina, neurotransmisor asociado con el control de las emociones y del estado de ánimo, y la producción de dopamina, neurotransmisor asociado a la felicidad. De hecho, la desregulación de estas dos hormonas como consecuencia de los factores comentados anteriormente, es la responsable de los comportamientos vinculados con el TDAH.
Las maneras de prevenir esta disfunción, además de asegurar unas rutinas y un ambiente adecuados, tal y como recomiendan los autores del estudio, implican limitar la reproducción de animales ya diagnosticados o con síntomas, impedir la separación prematura de los cachorros de su madre, evitar los largos periodos de soledad durante los primeros meses de adopción y asegurar una estimulación mental suficiente a través del juego.