El Dalai Lama y su oscuro pasado como aprendiz de científicos nazis en el Tibet

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El Dalai Lama y los nazis

Una mirada histórica sobre las curiosas relaciones del «Dios» tibetano con adeptos del régimen del führer nazi Adolf Hitler.

Cuando hace algún tiempo el Dalai Lama se mostró en público y escandalizó al mundo entero tras besar en la boca a un niño de ocho años de edad, no muchos pudieron dar crédito a lo que veían. Las voces de protesta ante una escena tan degradante para el menor no demoraron en llegar, aunque también hubo tibios intentos de encontrar una explicación a lo inexplicable. Sin embargo, en medio de la incredulidad de miles, también salen a la luz otros momentos y situaciones cuestionables de este líder espiritual, ahora tan cuestionado.

Para encontrar ese lado oculto del Dalai Lama hay que hacer un imaginario viaje atrás en el tiempo. En 1938, el régimen nazi del Führer Adolf Hitler organizó una curiosa expedición al Tibet. La misión no era una más; debía contar con los servicios, no solo de los más entusiastas nacionlasocialistas, sino también de los mejores especialistas en el duro arte de escalar las montañas más altas y peligrosas del mundo. Uno de ellos era un joven llamado Heinrich Harrer, un experto en alpinismo, cuyo talento no se le escapó a Hitler.

Su sueño era el de escalar la complicada cara norte del Monte Eiger (en Suiza) para luego regresar orgulloso a Alemania y «ofrecer» su proeza al Führer. Harrer y sus compañeros alpinistas se reunieron con el líder nazi y tras la bienvenida del tirano, Harrer le dijo emocionado: «Hemos escalado esa pared para llegar, a través de su cima, hasta nuestro Führer».

La adhesión a las ideas del Partido Nazi de Harrer se reafirmaron en 1938 cuando tras la anexión de Austria al Tercer Reich, envió su solictud para formar parte de las SS, tras lo cual se llo asignó a la expedición al Tibet. Lo haría junto a Bruno Beger y Ernst Schäffer entre otros. La expedición nazi al Tibet organizada por la Ahnenerbe (una sociedad de supuesto estudios ancestrales arios creada por el mismísimo Heinrich Himmler, jefe supremo de las SS) realizó estudios con la población del lugar, recopilando mediciones y análisis de dudoso sustento científico.

Pero el viaje les deparaba una increíble sorpresa.

Más allá de que esos «expertos» y «científicos» nazis iban a experimentar con gente como si estuvieran con ratas de laboratorio, en Lhasa, la ciudad prohibida del Tibet, sus vidas estaban a punto de dar un giro inesperado.

El Dalai Lama y los nazis

El Dalai Lama en 1940.

Todo sucedió en 1940, cuando fue entronizado el XIV Dalai Lama, el líder espiritual del Tibet. Era apenas un niño de cinco años de edad nacido el 6 de junio de 1935 en Amdo (al este del Tibet) bajo el nombre de Tenzin Gyatso, también conocido como Kundun (la Presencia). El Dalai Lama tenía por entonces una capacidad especial que lo colocó por sobre los otros monjes (de apenas 9 años de edad): Tenzin Gyatso podía recordar y comprender desde su primer contacto todos y cada uno de los textos esotéricos, con lo cual demostró prácticamente desde su nacimiento ser alguien superior al resto y eso lo terminó de impulsar para convertirse en el Dalai Lama.

El líder tibetano

Ese niño creció y en 1959, a sus 24 años de edad, tras la invasión China al Tibet huyó hacia la India en donde fundó un gobierno tibetano en el exilio. Los habitantes del Tibet no la pasaban bien hasta entonces (y después de la llegada de los chinos tampoco). La sociedad tibetana estaba dividida en 9 clases. Los sirvientes y las mujeres eran la clase más baja y eran tratados poco menos que como basura, además de ser «considerados» tan sólo como «animales parlantes». Así era la sociedad que encabezaba esta moderna deidad tibetana encarnada en el Dalai Lama, considerado (po sus súbditos y por él mismo) como un ser superior y la mismísima reencarnación del anterior Dalai Lama.

El Dalai Lama y los nazis

Arriba: Dalai Lama y Bruno Beger en los ’90 (izq.) – Bruno Beger «experimentando» en el Tibet (der.) Abajo: Bruno Beger con el regente del Tibet Reting Rinpoche antes de la entronización del Dalai Lama (1938). 

El poder del Dalai Lama era tremendo, siendo el líder de una red que llegó a abarcar hasta unos 6.000 monasterios que no eran otra cosa más que el centro del poder político y económico del Tibet. Mientras el Dalai Lama vivía (y aún lo hace) en la opulencia de palacios (algunos de los cuales han tenido hasta mil salas) la población era reducida a la servidumbre y a una vida junto a los animales. Una paz muy extraña la de este líder que tiene visos de líder espiritual de la new age entremezclados con maneras y políticas propias de jerarcas dictatoriales de otros tiempos. El sistema totalitario impuesto por el actual Dalai Lama fue inocultable desde el principio: quienes osaban contradecir al «Dios tibetano» o intentaban huír en busca de una vida digna terminaban indefectiblemente con sus manos cortadas.

El Dalai Lama impuso en el Tibet un férreo sistema opresivo. Muchas cosas estaban vedadas para la «gente común». La rigidez en la sexualidad no impide sin embargo que se le diga a las aspirantes budistas femeninas que para «espiritualizarse» lo mejor es acostarse en el mismo lecho con el Dalai Lama. El voto de silencio y la lealtad absoluta completan del mejor modo posible el plan perfecto y «divino» del lider tibetano.

El Dalai Lama y los nazis

Días felices junto a Heinrich Harrer.

Tuvo buenos maestros, claro. Eran los nazis que lo conocieron desde pequeño y lo acompañaron durante muchos años.

A la «amistad» y a las «enseñanzas» de Harrer hay que sumarle al mencionado Bruno Beger, quien años después de las expediciones nazis al Tibet, de las atrocidades de la Alemania nacionalsocialista y tras «zafar» de la justicia de los Aliados en la posguerra, volvió tantísimas veces al Tibet en caracter de amigo personal, maestro y socio del Dalai Lama. El líder espiritual tibetano aprendió muy bien de Beger, «experimentando» a su antojo con nativos del Tibet.

Desde que se descubrio el pasado de Heinrich Harrer y hasta su muerte en 2006, el explorador nazi desapareció totalmente de la vida pública. Sus encuentros con el «Dios» tibetano, sin embargo, se siguieron dando sistemáticamente y la gran proliferación de fotos así lo atestiguan. En 2002, cuando cumplió 90 años, Harrer había recibido nuevamente la visita del Dalai Lama. “Heinrich Harrer fue mi amigo personal”, escribió el monje. “Aprendí muchas cosas de él, particularmente acerca de Europa. Sentimos que hemos perdido un leal amigo de Occidente», dijo.

Mientras tanto Beger, siguió «experimentando» a pesar de las lecciones de la historia y los años y así las cosas se profugaba ante las 86 acusaciones de crímenes raciales durante la Segunda Guerra Mundial que le imponía un tribunal alemán, pero eso no imepdía que se reuniera con el inocente y despreocupado Dalai Lama en el Tibet tantas veces como se les antojara a ambos. Beger murió finalmente en 2009 y su partida también fue lamentada por el «líder espiritual» tibetano.

El Dalai Lama y los nazis

El Dalai Lama junto al líder nazi chileno Miguel Serrano.

Pese a sus cuestionables amistades y las lecciones que estas le inculcaron para incrementar su poder, el Dalai Lama se dio el dudoso gusto de mirar hacia otro lado mientras muchos le recuerdan las nefastas atrocidades de sus amigos y socios nazis alemanes. Incluso, insistió con reunirse con otros nazis en diferentes partes del mundo. Tal vez el ejemplo más claro sea el de Miguel Serrano Fernández, el escritor, diplomático y explorador de Chile, líder de los nazis de su país.

El Dalai Lama, el hombre convertido en deidad tibetana, que se presenta como un dios tibetano en la Tierra, supo muy bien cómo pregonar una cosa y hacer la otra. «Haz lo que yo digo, pero no digas lo que yo hago» es una frase que lo pinta de cuerpo entero. Un cuerpo bien concreto, de carne y hueso, nada espirtual, mundano como pocos.

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