La sequedad de la piel es un síntoma común durante la menopausia por los cambios hormonales que ocurren en esta etapa. Se conjugan causas diversas para que, aun teniéndola normal e incluso grasa hasta ese momento, se note la diferencia.
La causa fundamental es que al disminuir los estrógenos se afecta la capacidad de la piel de retener agua y mantenerse hidratada. También hay otros cambios que sufre a la par:
– A los 50 años, el pH de la piel cambia, lo que puede contribuir a la sequedad
– El metabolismo se ralentiza, lo que afecta la calidad y firmeza de la piel
– La producción de colágeno y elastina disminuye, lo que afecta la elasticidad
Por otra parte, es habitual que se note con una tonalidad más apagada, que aparezcan más arrugas y flaccidez y en algunos casos, por exceso de sequedad, se vuelve frágil y se producen dermatitis por el frío, el roce o algunos productos más agresivos.
Para que recupere la hidratación, lo primero es protegerla del sol mediante filtros adecuados al fototipo, para no aumentar el daño. Los productos para limpiar y nutrir deben tener formulaciones suaves: si optas el retinol u otros activos potentes, es mejor consultar a un profesional.
Las opciones naturales, como la manteca de Karité o el aceite de palta o de jojoba (que contiene ceramidas) pueden añadirse en proporciones de un 10% a una crema humectante básica y de esta forma aportar nutrientes al cuidado diario. La rutina diaria debe incluir una crema corporal, con componentes hidratantes y nutritivos, ya que la piel se seca en todo el cuerpo.
La dieta puede colaborar en la salud de la piel, si es rica en antioxidantes y vitaminas como los carotenoides y la vitamina E. También las grasas saludables como los ácidos grasos Omega 3, presentes en semillas, frutos secos y pescados. Además es esencial tomar agua en cantidad suficiente. Dos litros diarios es una medida estándar.