«No tengo tiempo para mí»

Tendencia Urbana
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Encontrar el espacio propio es mucho más que una cuestión de agendas, gestión de horarios o administración de alarmas. Es un camino introspectivo que invita a romper mandatos, esclarecer emociones y vivir el hoy como si fuese el último día.

Bután se hizo conocido como el país más feliz del mundo. Seguramente, no todo sea perfecto en ese pequeño reino budista colgado del Himalaya, que no tiene salida al mar y limita con gigantes como China e India. Sin embargo, vale la pena detenerse en algunos aspectos de la encuesta para obtener el Índice de Felicidad Nacional Bruta (que podría compararse con nuestro PBI) y medir el bienestar de sus habitantes. Entre los 180 ítems, no se destaca la enumeración de bienes acumula- dos, sino el uso inteligente que hacen del tiempo para sí mismos. Cada dos años, les preguntan cuánto le dedican a la familia, a los amigos, a inquietudes artísticas, a realizar actividad física o trabajos comunitarios, porque consideran que, sin todo eso, no hay felicidad posible.

Aunque estamos muy lejos de Bután, en todos los sentidos, nos proponemos reflexionar sobre cuáles son los motivos que nos impiden disfrutar de ese espacio propio que suele quedar sepultado por mandatos y exigencias.

LO URGENTE Y LO IMPORTANTE

Existen por lo menos dos maneras de considerar el uso del tiempo, explica Virginia Gawel, psicóloga y directora del Centro Transpersonal de Buenos Aires. “Una de ellas tiene que ver con generar espacios propios. Por ejemplo, estar solos un rato cuando llegamos a casa después del trabajo, estar con amigos o hacer lo que nos gusta y nos produce bienestar. No obstante, esto que parece tan básico, a veces resulta imposible porque vivimos muy comprimidos. Imaginemos un ascensor completo, con varias personas mirando hacia arriba, hacia abajo, al celular, pero sin la posibilidad de expandirse. Lo que le pasa a alguien que no dedica momentos para sí se parece a esa imagen”, describe. El otro aspecto está relacionado con la intención de destinar espacio y tiempo para conocerse en profundidad. En este camino, una alternativa es la autoobservación que puede realizarse a través de la atención plena, una práctica que proviene de tradiciones orientales que se remontan a 5000 años. Desde este encuadre, es posible lograr aprendizajes de cada circunstancia, sea buena o mala, deseada o no y en cualquier situación rutinaria. Así, el camino desde el trabajo a casa se puede convertir en un momento para descubrir nuevos recursos para ser más maduros, evolucionados y abiertos. Para quienes quieran indagar más, hay seis prácticas extraídas del libro de Gawel, El fin del autoodio (Editorial Ateneo), que se encuentran en YouTube.

CRONOS Y KAIRÓS

Los griegos tenían dos dioses para representar el tiempo: Cronos, asociado con el tiempo lineal y cronológico, y Kairós, que simboliza la oportunidad. Encontrar una persona interesante y gestar un vínculo tiene que ver con Kairós. Luego, a esa relación hay que alimentarla con atención, encuentros, llamadas, momentos compartidos, que requieren tiempo cronológico. “Tendremos que ver cómo usamos el tiempo de Cronos para que eso que trajo Kairós no se muera. No estamos en Bután, pero seguramente somos capaces de crear una atmósfera que nos permita dejar de lado el vértigo de la agenda para privilegiar el universo personal”, recomienda Gawel.

SE VA Y NO VUELVE

Gawel sigue de cerca los avances de la tanatología y del proceso de acompañamiento de quienes se acercan a la muerte. Desde su experiencia destaca que “cuando llega el momento de enfrentar la partida, las personas hacen una revisión de su vida y lo más importante es disfrutar de ese último tiempo vital con quienes son significativas. Aunque sea una imagen aparentemente triste, tal vez se puede pensar: ‘Si me quedara poco, ¿cómo reorganizaría mi vida? ¿Cuáles son mis verdaderas prioridades? ¿Puedo vivir de otra manera? ¿Cómo puedo dejar de correr detrás de lo que es irrelevante?’”, propone la autora de El fin del autoodio. “Quienes han estado al borde de la muerte o en un estado de muerte clínica, le dan un nuevo sentido a cada momento. Como dicen dentro del ámbito de la tanatología, nadie parte de este mundo diciendo: ‘Qué lástima que no pase más tiempo en la oficina´”, advierte.

EMOCIONES OCULTAS

“Nos autoexplotamos para rendir más; consumimos la vida como si fuera una sucesión de instantáneas”, dice Patricia Faur, psicóloga y Magister en Psiconeuroinmunoendocrinología y en Psicofarmacología, que pone el foco en quienes llenan todas las horas del día con actividades. “Estar siempre ocupados, aun haciendo lo que nos gusta, es una manera de anestesiar emociones, como el miedo o la ansiedad, que es necesario trabajar”, sostiene Faur. Una alternativa para aliviar la sobrecarga es la desconexión digital. “Alcanza con una o dos horas para ir a un parque sin celular, ni música, ni nada. Solo hay que dejar fluir el pensamiento. Esto que parece perder el tiempo, en realidad es ganarlo. Cuando la mente está reposada, somos más creativos. Es preciso alejarnos de la alienación y demorarnos un poco”, sugiere Faur, quien toma los conceptos del filósofo coreano Byung Chul Han, autor de obras como La sociedad del cansancio y El aroma del tiempo.

ALINEAR LA BRÚJULA

Desde Madrid, donde vive actualmente, la psicóloga argentina Abigail Rapaport considera que estamos inmersos en un estado de exigencias y alienación que nos lleva a desconectarnos de lo que realmente sentimos. “Desde la infancia, no nos enseñaron a aceptar, conciliar, darles tiempo y espacio a nuestras emociones y por eso nos resulta muy difícil regularlas”, opina. “En el transcurso de la vida, construimos una imagen que nos lleva a ir apagando características propias para adaptarnos a la vida con otros. Con el tiempo, como el cuerpo no olvida nada, aparecen síntomas de agotamiento, malestar, dolores y enfermedades físicas que son el emergente de esa postergación”, explica Abigail, con especialización en traumas y constelaciones familiares desde una mirada sistémica. ¿Qué hacer ante esas manifestaciones? “Aceptar sin prejuicios ni creencias limitantes lo que siento: odio, asco, malestar, rechazo. De esa manera, tengo una posibilidad de reorganizar mi brújula interna y soltar esas lealtades que ya no están vigentes, poner límites y crear los espacios para vivir como quiero. Esa práctica se puede hacer con otros que nos ayuden a leer, decodificar esas sensaciones”, puntualiza la especialista.

EL BURN OUT DE LAS MADRES

Surgió para describir un síndrome que se registraba en profesionales de alta demanda, como enfermeros, psicólogos, médicos, maestros, personal de las cárceles, que experimentaban cansancio crónico, agresividad, ansiedad, falta de interés en sus trabajos y depresión, entre otras afecciones. Hace un tiempo, en Francia se empezó a hablar del burn out de las madres, un cuadro que Faur ve cada vez más seguido en sus pacientes. “Desde la consulta, nos empezamos a preguntar por qué las de hoy están más agotadas que las de hace 30 o 40 años cuando también había mujeres que se dedicaban a la crianza y que trabajaban y buscaban el desarrollo profesional”, cuenta Faur. La diferencia es que ahora hay una sobredosis de información sobre tipos de crianza y se estresan ante la probabilidad de equivocarse en lugar de dejarse llevar por su intuición. A eso se suma la presión por ser profesionales, trabajadoras y parejas perfectas. Entonces, se sienten agotadas, angustiadas y muy solas. “La presión por la eficiencia hace que perdamos el contacto con nosotras mismas y, por lo tanto, nos volvemos frágiles y codependientes de otras relaciones. Es necesario tener claro lo qué puedo ofrecer, lo que no y estar en paz con eso. De lo contrario, comenzamos a forzar situaciones y eso causa estrés, desgaste emocional y desorden en los vínculos. Para mantener el orden interno, es sumamente importante aprender a registrar cómo nos sentimos con lo que nos pasa”, indica Rapaport.

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