Como las de otros alimentos parecidos, las hojas de las frutillas no sólo son comestibles sino que incluso tienen todo tipo de propiedades y aportan nutrientes esenciales para el funcionamiento del cuerpo.
Lo que comúnmente llamamos hojas y rabito en realidad no se denomina así. Se trata de los sépalos y el pedúnculo o pedículo. La parte carnosa que tanto nos agrada es el receptáculo y los pequeños puntitos no son semillas sino el fruto en sí.
Las hojas tienen infinitos usos y son perfectamente comestibles, siempre que las limpies pasándolas por agua. Lo conveniente es no separarlas antes de limpiarlas, lo que te facilitará quitarles toda la suciedad.
Si las hojas están verdes y en buen estado, sin moho ni manchas, ni tampoco dan la sensación de haber sido atacadas por plagas, entonces podrás comerlas sin problemas. Se conservan bien, y pueden pasar varios días hasta que se echen a perder. Es importante que no las dejes en espacios húmedos ni cerca de fuentes de calor o se pondrán mustias enseguida.
El aporte de las hojas se basa en las vitaminas E y C, los folatos y otros ácidos orgánicos. En el caso de las frutillas silvestres, sobresalen las mayores cantidades de otros nutrientes como las vitaminas del grupo B, el ácido fólico y los minerales. En las comerciales no están tan presentes.
Si quieres tu metabolismo se vea favorecido por los beneficios de las hojas, podes comerlas directamente junto al receptáculo o parte principal del alimento. De ese modo pasan desapercibidas, no notarás su sabor típico.
Mientras tanto, hay quienes prefieren preparar infusiones o smoothies -según la estación- o añadirla a sus bebidas favoritas. En los últimos años, las hojas se sirven en algunos de los postres que tienen a esta infrutescencia como protagonista.
O podes triturarlas para convertirlas en un buen complemento para tus ensaladas. Le darán un toque fresco a cualquier receta, y después de todo son hojas verdes como las demás. En el caso de las cremas, le proporcionarán su sabor y su color verde.
