El ritmo acelerado de la vida moderna instauró cambios significativos en los patrones alimenticios de algunas personas, y uno de los más notables es el retraso en las comidas, particularmente en el desayuno y la cena.
Tanto desayunar tarde como cenar tarde pueden influir negativamente en la salud general. Estos hábitos pueden desregular el metabolismo, afectar la calidad del sueño, contribuir al aumento de peso y generar problemas digestivos a largo plazo.
Las personas que omiten el desayuno o lo posponen suelen tener más dificultades para controlar su peso, ya que tienden a comer más en comidas posteriores y a tener antojos de alimentos poco saludables.
Las consecuencias de alterar los horarios de la comida
En este marco, un estudio realizado por un equipo del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) tuvo como conclusión que la hora a la que comemos podría influir en nuestro riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares.
La investigación llevado a cabo sobre una muestra de más de 100.000 personas a las que se realizó seguimiento entre 2009 y 2022, sugiere que comer tarde la primera o la última comida se asocia a un mayor riesgo para la salud. En concreto, asegura que el riesgo aumenta en un 6% por cada hora de retraso. Por ejemplo, quien desayuna a las 09.00 tiene un 6% más de probabilidades que quien lo hace a las 08.00, y de igual forma para la cena.
La palabra de los expertos
La autora principal del estudio, Anna Palomar afirmó que los horarios de las comidas desempeñan un papel crucial en el metabolismo, afectando el reloj interno del cuerpo.
«Comer tarde en la noche puede interrumpir este reloj, lo que puede llevar a problemas cardiometabólicos como el aumento de peso, interrupciones en el metabolismo de los lípidos y una mayor inflamación. Asimismo, comer durante la fase de descanso del cuerpo, cuando los niveles de la hormona del sueño o melatonina están altos podría conducir a la intolerancia a la glucosa y niveles más altos de azúcar en sangre», aseguró.